Como bien he comentado en el blog de mi amiga Juls, esta entrada ha sido inspirada por un regalo que todavía no he recibido, pero que sé que ella me ha comprado.
El objeto en cuestión es una lupa que ha encontrado en el mercadillo de Portobello, en Londres, y que pertenecía a un señor que había decidido poner parte de sus posesiones a la venta tras verse en una situación de apremiante necesidad.
Le comentó a mi amiga como estaba muy enamorado de su mujer (corrígeme Juls si me equivoco, pues la historia es tuya) y de cómo gustaba de coleccionar billetes y había utilizado esa lupa en muchas ocasiones para observarlos. Que le traía buenos recuerdos y que por favor la cuidara.
Y eso. Precisamente eso, es lo que me maravilla y engatusa de los objetos de segundamano. Pequeños seres inanimados que han vivido su propia historia y que son testigos de la vida de otras personas, con sus alegrías, sus tristezas, sus decepciones…
Hace tiempo vi en una maravillosa película llamada el Violín Rojo, como un instrumento musical iba pasando de mano en mano, portando las emociones de todos aquellos que le habían poseído. Gente buena, mala, inocente, soñadora… que había entrado a formar parte de la historia del objeto y no al revés.
Me quedé encantada porque era justo lo que yo siempre había pensado y creía que mi filosofía de objetos errantes era solo otra de mis absurdas teorías.
La historia del hombre del mercadillo me ha parecido muy triste. Me gustaría poder decirle que yo ahora guardaré sus recuerdos, porque tengo algo que los ha vivido y que el día de mañana alguien guardará los míos cuando lo ceda a quien crea que lo comprenderá.
A finales de marzo del año pasado yo también estuve en ese mercadillo con esta misma amiga y en un momento dado me escapé a comprar mi almuerzo en un puesto de comida ghanesa.
Entonces vi algo que me llamó desde lejos… brillaba y era precioso. Ninguna de las personas que me acompañaban ese día saben lo que compré, ni lo vieron en ningún momento pues intenté esconderlo de influencias ajenas hasta que llegara a su destino.
En cualquier caso el objeto jamás llegó a las manos de la persona que debía recibirlo, pues me di cuenta que no sería en absoluto valorado y ahora siento que he roto una cadena y que mi pequeño objeto misterioso descansa triste y cabizbajo en un rincón oculto de mi hogar.
5 comentarios:
Mmm...por supuesto que no vimos lo q compraste pequeña saltamontes xq te perdiste para comprar la comida xDDD mientras yo me desgañitaba hablando con el camarero del subway para decirle que queria pepino en el bocadillo, no me acordaba de como se decia en ingles, y ya casi al conseguirlo, resulta que el susodicho era español ¬¬
No te sientas mal x el objeto que compraste...eso tambien es parte de los ciclos de las cosas, hay lapsos de tiempo mas o menos cortos en los que se quedan en un segundo o tercer plano. Algún dia lo volverás a ver y aunque no sea un regalo, tu lo disfrutarás y continuara su historia.
Se lo mucho que te gustan ese tipo de objetos y no me lo he pensado dos veces, de hecho era lo que habia ido a buscar, porque fue ahí donde te escuche decir que coleccionabas lupas. Pero supongo que si no me hubiese encontrado con ese señor, nadie me hubiese contado ninguna historia. Eso hace que la lupa me parezca bonita, y en pensar lo mucho que le sirvió una vez. Que curiosas son las casualidades a veces. Estoy deseando mandartela!!!
MUAK!!!
A mí también me gustan mucho los objetos de segunda mano. Me encanta ir a tiendas en las que puedes encontrar muchas de esas cosas, ya sean bonitas o no, estén cuidadas o no. Pero como bien dices, se esconde una historia detrás de cada una de ellas. Historias que me gusta imaginar.
No creo que hayas roto ningún ciclo. Si estás convencida de que la persona a quién ibas a regalárselo no hubiera podido apreciar su valor, a tu lado está mejor, pues tú si puedes apreciarlo.
Besos nocturnos.
jajaja, pobre Juls. Recuerda que también nos pasó en Lisboa. Nunca menosprecies el potencial de un español para estar detrás de un mostrador de un puesto de comida rápida en cualquier parte del mundo :)
Otro sitio donde vi cosas maravillosas fue en el mercadillo de Berlín, camino de la Isla de los museos. Me quedé con las ganas de comprar alguna cosilla. Ahora tendré que volver, jops.
Yo casi no he estado en mercadillos de viejo, y mucho menos en el extranjero, pero siempre he sentido fascinación por los objetos de segunda mano, sean los que sean.
Tengo la absurda teoría (nada original, por cierto) de que las cosas, de alguna manera, guardan algo de la energía que reciben de sus dueños, se les pega algo de las vibraciones que reciben, y luego son capaces de transmitirlas, solo con que las mires, o las toques.....Si, vale, puede ser también producto de la imaginación, pero eso no lo hace menos emocionante. Saber que la mayoría de las cosas que nos rodean nos sobrevivirán, que podremos, de algún modo, acariciar a sus nuevos propietarios a través de ellas.....es casi mágico.
Mi querida Suri: tenías preparado "algo" para "alguien" que no resultó ser "adecuado"....
Cuando Ju buscaba tu lupa encontró a un viejecito con una preciosa historia para contar; tu "algo" encontrará a su "alguien"...o se quedará siempre contigo, porque, puede que su "alguien" seas tú.
Vaya Montse, muchas gracias, quizás estés en lo cierto. No me había parado a pensarlo :)
Y estoy totalmente de acuerdo contigo en esa teoría de energía errática.
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