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martes, 15 de octubre de 2013

Un poco de reflexión...

 
 
Siempre que pensamos en el futuro, fijamos nuestra mirada en un horizonte lejano. Demasiado lejano. El futuro es aquello que pasará dentro de diez, quince o veinte años. ¿Y qué hay del mañana? La incertidumbre suele ser la protagonista. Nos preguntamos dónde viviremos, cuantos hijos tendremos y cuál será el cargo que ocuparemos. Tenemos una ligera idea sobre lo que nos gustaría que fuera. Respondemos a esas preguntas con timidez y desconfianza porque pensamos que el futuro no está en nuestras manos. Lo que pase dentro de unos años dependerá de determinadas circunstancias que no siempre podremos predecir y controlar. Los elementos que acabarán definiendo nuestra vida los desconocemos. Seremos víctimas de lo que pase. Y simplemente acabaremos adaptándonos y haciendo de ello el presente. ¿Y después? Cuando lo que ahora consideramos el futuro lejano se convierta en el presente… ¿Cuáles serán nuestras aspiraciones?
 
Los sueños. Siempre hablamos de ellos como algo utópico, imposible: irreal. Y como son imposibles e irreales, pues mejor sentarnos y vivir cómodamente la vida que nos toque. Total, jamás podremos alcanzarlos. El futuro no viene marcado por grandes acontecimientos que escapan a nuestro control. No debemos culpar a la suerte ni a la imprevisibilidad de lo que somos o tenemos. Si me toca la lotería, podré realizar mis sueños. Pero como no me va a tocar, me quedo donde estoy. Y si algo está predestinado a suceder, esperaré su llegada. No creo en el destino. El futuro depende de todas y cada una de las pequeñas acciones que rigen nuestro día a día. El futuro no depende de nadie más que de uno mismo. Las elecciones que tomamos  hoy condicionarán totalmente el estado en que nos encontremos dentro de diez, quince o veinte años. Quizá nos asusta demasiado verlo de esta forma. Puede que tengamos miedo de pagar mañana los errores que estamos cometiendo hoy. Pero la realidad no podemos cambiarla tratando de engañarnos a nosotros mismos. El esfuerzo del presente determinará nuestro futuro. La energía, las ganas y la paciencia que quizá no estamos teniendo hoy serán determinantes a su manera y en su momento.
 
No perdáis vuestra vida creyendo que no podéis cambiarla. Absolutamente todo tiene solución. Y cuando parece no haberla, la solución es el cambio. Parad un momento y pensad qué queréis, quienes sois y dónde estáis. Y después, valorad cómo podéis llegar a tener, ser y estar donde anheláis. Las herramientas para lograrlo están en alguna parte. No importa si tenéis veinte, cuarenta o sesenta años, porque siempre va a haber un mañana. No os muráis a la vida. No os dejéis llevar por algo que no existe. No hay nada escrito. Iremos hasta donde queramos llegar. No os rindáis esperando sin luchar.
 
No dejéis de pensar jamás en vosotros mismos.
 
No ahoguéis vuestros gritos.