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martes, 22 de marzo de 2011

DELTA 32



Por alguna razón de índole morbosa he de reconocer que hay un tema que a los historiadores nos resulta especialmente fascinante: El s.XIV y la epidemia de la Peste Negra.
No es solo el hecho increíble de que el 40 % de la población europea desaparezca de un plumazo de la faz de la tierra, sino la cantidad de historias conmovedoras y valientes que derivaron de aquel.
De entre los muchos relatos que existen, el del Pueblo de Eyam es muy llamativo, ya que se ha convertido en su máximo interés turístico.
La epidemia que se produjo en este pequeño pueblo inglés no se corresponde con la que asoló Europa en 1350, sino con uno de los pequeños coletazos que la enfermedad dejó a lo largo de la Edad Moderna.
Curiosamente, hace unos meses, nuestra amiga Juls nos ilustraba en su blog Lo que tengo en los bolsillos sobre el gran incendio de Londres en 1666, aunque creo que no mencionó el lado positivo de aquello.
Londres habías sido asolada en 1665 por un nuevo brote de peste que acabó con la vida de la cuarta parte de la población y fue gracias a este Gran Incendio que se pudo dar por terminado, ya que las llamas quemaron la mayor parte de las viviendas infectadas.
Sin embargo, unos meses antes, nadie pudo evitar que un comerciante de Eyam arribara a su pueblo con mercancía contaminada proveniente de la capital.
El pueblo decidió entonces encerrarse en sí mismo y autoimponerse una cuarentena para evitar el contagio de las aldeas adyacentes, condenando a muerte a dos tercios de sus habitantes.
Solo 83 personas sobrevivieron de las 350 que vivían allí, incluyendo al enterrador, quién estuvo en permanente contacto con los cadáveres, y Elizabeth Hancock, quién enterró a su marido y sus seis hijos y que se encuentran allí enterrados en lo que hoy se conoce como la “Tumba de los Hancock”.




Pero lo realmente sobrecogedor de la historia es que estas 83 personas estuvieron en permanente contacto con la terrible enfermedad y no la sufrieron.
Hoy en día se han hecho estudios sobre descendientes de estos habitantes y se ha demostrado que la gran mayoría son portadores de una alteración genética conocida como Delta 32, que convierte a sus portadores en una especie de “súper humanos inmunes a múltiples enfermedades”.
No solo los descendientes de este pueblo, sino también otros provenientes de las estepas rusas y Centroáfrica poseen esta curiosa anomalía.
¿Qué había en estas tierras que les hizo inmunes? ¿de qué se alimentaban? ¿Cuál es la causa?
Son muchos los científicos que han volcado su tiempo y esfuerzo en el estudio de este hecho ya que, y aquí está lo maravilloso del caso, se ha demostrado que sus portadores son también inmunes a nuestra “Gran Plaga del s.XX y XXI”, el sida.
Debemos recordar que África sufre la muerte de dos millones de personas por año debida a esta enfermedad y solo la alta natalidad la salva de la catástrofe demográfica
Dos grandes epidemias que han hecho estragos en la población y que están unidas por un único elemento salvador. Ojalá en unos años podamos decir que se ha erradicado.
Me gustan los casos en que pasado y presente se dan de la mano para alumbrar un futuro esperanzador.